Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – La celebración de un Año Santo cada 25 años es un reconocimiento de que “la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús”, escribió el Papa Francisco.
Al abrir la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en Nochebuena, el Papa inaugurará formalmente el Año Jubilar 2025 – que contará con peregrinaciones individuales, parroquiales y diocesanas y con celebraciones especiales centradas en grupos específicos, desde migrantes a bandas de música, catequistas a comunicadores y sacerdotes a presos.
En el interior de la basílica vaticana, la puerta estaba tapiada desde el 20 de noviembre de 2016, cuando el Papa Francisco clausuró el Jubileo extraordinario de la Misericordia.
El desmantelamiento del muro de ladrillo comenzó el 2 de diciembre en medio de oraciones e incluyó la retirada de una caja que contenía la llave de la puerta y medallas vaticanas. Las Puertas Santas de las basílicas de San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros serían liberadas de sus ladrillos en la semana siguiente.
En enero de 2021, mientras el mundo luchaba por volver a una cierta normalidad tras lo peor de la pandemia del COVID-19, el Papa Francisco anunció que había elegido “Peregrinos de la esperanza” como tema del Jubileo.
“Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras”, escribió el Papa en una carta en la que encomendaba la organización del Jubileo al arzobispo Rino Fisichella, presidente del entonces Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
El Papa rezaba para que el Año Santo estuviera marcado por “una fe gozosa y una caridad entusiasta”.
Un año santo o jubileo es un tiempo de peregrinación, oración, arrepentimiento y actos de misericordia, basado en la tradición del Antiguo Testamento de un año jubilar de descanso, perdón y renovación. Los años santos también son un tiempo en el que los católicos peregrinan a iglesias y santuarios designados, recitan oraciones especiales, se confiesan y comulgan para recibir la indulgencia plenaria, que es una remisión del castigo temporal debido por los pecados cometidos.
Cruzar el umbral de la Puerta Santa no da a una persona acceso automático a la indulgencia o a la gracia, como dijo San Juan Pablo II en su documento de proclamación del Año Santo 2000. Pero atravesar la puerta es un signo del paso del pecado a la gracia que todo cristiano está llamado a realizar.
“Pasar por aquella puerta significa confesar que Cristo Jesús es el Señor, fortaleciendo la fe en Él para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es una decisión que presupone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de dejar algo, sabiendo que se alcanza la vida divina”, escribió San Juan Pablo II.
El Papa Bonifacio VIII proclamó el primer Año Santo en 1300 y decretó que los jubileos se celebrarían cada 100 años. Pero sólo 50 años después, con una cadencia más bíblica, el Papa Clemente VI proclamó otro año jubilar.
El Papa Pablo II decidió en 1470 que los años santos debían celebrarse cada 25 años, que ha sido la práctica desde entonces – pero con la adición de jubileos especiales, como el Año Santo de la Misericordia en 2015-16, marcando ocasiones o necesidades especiales.
El Jubileo de la Misericordia se centró especialmente en animar a los católicos a volver a confesarse, pero el sacramento es una parte clave de cada Año Santo.
El Papa Francisco, en su bula de convocación para el Año Santo 2025, dijo que las iglesias son lugares donde podemos “beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación, punto de partida insustituible para un verdadero camino de conversión”.
El Papa también pidió a los católicos que aprovecharan el Año Jubilar para alimentar o ejercitar su esperanza buscando activamente signos de la gracia y la bondad de Dios a su alrededor.
“Es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarse superados por el mal y la violencia”, escribió. “Los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza”.
Incluso en un mundo convulso, uno puede darse cuenta de cuántas personas rezan y manifiestan su deseo de paz, de salvaguardar la creación y de defender la vida humana en todas sus etapas, afirmó. Son signos de esperanza que no se pueden descartar.
Como parte del Jubileo 2025, el Papa Francisco ha anunciado la canonización del Beato Carlo Acutis el 27 de abril durante el jubileo especial para los Adolescentes y la proclamación de la santidad del Beato Pier Giorgi Frassati el 3 de agosto durante el Jubileo para los Jóvenes Adultos.
Las vidas de los dos hombres, católicos activos que murieron jóvenes, son emblemáticas de la convicción del Papa Francisco de que la esperanza, fundada en la fe y alimentada por la caridad, es lo que permite a las personas seguir adelante en la vida a pesar de los reveses y las pruebas.
Ambos jóvenes italianos sabían que la esperanza que extraían de la fe debía compartirse con los demás a través de sus palabras, su forma de actuar y su caridad.
El Papa Francisco, en la bula de convocatoria de este jubileo, dijo a los católicos que “durante el Año Jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria’.
Además de los actos individuales de caridad, amor y bondad como dar de comer al hambriento, acoger al forastero o visitar a los enfermos y encarcelados, el Papa Francisco ha continuado la práctica de sus predecesores de observar el jubileo pidiendo a los gobiernos que reduzcan la deuda externa de los países más pobres, concedan la amnistía a algunos presos y refuercen los programas para ayudar a los migrantes y refugiados a establecerse en sus nuevos hogares.
Italia y la ciudad de Roma mantienen una de las tradiciones más trabajosas y tensas de un año santo: Las obras en las carreteras y la restauración o limpieza de monumentos, fuentes y edificios importantes. A sólo tres semanas de la apertura de la Puerta Santa, ninguno de los grandes proyectos estaba terminado, pero el alcalde Roberto Gualtieri prometió a finales de noviembre que la mayoría de las carreteras se abrirían y la mayor parte de los andamios se retirarían antes del 1 de enero.
El arzobispo Fisichella, principal organizador vaticano del Año Jubilar, declaró a finales de noviembre que el Vaticano había encargado a una universidad que pronosticara la afluencia de peregrinos y turistas durante el Año Santo. El resultado fue una previsión de 32 millones de visitantes a Roma.
La página web multilingüe del jubileo – www.iubilaeum2025.va – funciona desde hace meses e incluye la posibilidad de reservar hora para atravesar la Puerta Santa de San Pedro y de las demás basílicas mayores de Roma.
La Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos también tiene una sección especial en su página web – www.usccb.org/committees/jubilee-2025 – con información sobre cómo viajar a Roma con motivo del Año Santo y para celebrar los jubileos especiales en cada diócesis o parroquia.