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Sínodo busca aumentar participación de todos en misión
Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Una “iglesia sinodal” en la que todos los bautizados participen y se responsabilicen de la misión necesitará estructuras y procesos que ayuden a los miembros de la Iglesia a escuchar al Espíritu Santo y a escucharse unos a otros, se dijo a los miembros del sínodo sobre la sinodalidad.
Mientras “los grandes medios de comunicación” buscan cambios en las prácticas católicas en unos pocos temas, “incluso las personas más cercanas a nosotros, nuestros colaboradores, los miembros de los consejos pastorales, las personas que están implicadas en las parroquias se preguntan qué cambiará para ellos, cómo podrán experimentar concretamente en sus vidas ese discipulado misionero y esa corresponsabilidad sobre los que hemos reflexionado en nuestro trabajo”, dijo a la asamblea el 18 de octubre el cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo.
Esos colaboradores, dijo, “se preguntan cómo es posible en una Iglesia todavía poco sinodal, en la que sienten que su opinión no cuenta y que son unos pocos o uno solo los que deciden todo”.
Los miembros de la asamblea sinodal pasaron el 18 de octubre al tema de la “participación” y se prepararon para pasar cuatro días debatiendo el ejercicio de la autoridad y la responsabilidad en la Iglesia, así como los procesos y estructuras necesarios para promover una mayor participación en la vida y la misión de la Iglesia.
La sección iba a incluir un debate sobre las formas de fomentar el desarrollo de “prácticas de discernimiento y procesos de toma de decisiones” que involucren a todos los católicos en la búsqueda de la guía del Espíritu Santo y una mirada a cómo armonizar “las dimensiones sinodal y jerárquica” de la Iglesia.
Durante la Misa, como parte del Sínodo de los Obispos, celebrada por el Cardenal congoleño Fridolin Ambongo de Kinshasa en el Altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro en el Vaticano en octubre 13 de 2023. (izq. y der.) Los participantes en la asamblea del Sínodo de los Obispos intercambian un signo de paz durante la Misa y (centro) Julia Oseka, miembro del Sínodo y estudiante de tercer año en la Universidad St. Joseph en Filadelfia, camina después de recibir la comunión. (Fotos CNS/Lola Gómez)
El documento de trabajo del sínodo también pedía a los miembros de la asamblea que consideraran cómo “fomentar la participación de las mujeres, los jóvenes, las minorías y las voces marginales en los procesos de discernimiento y toma de decisiones”.
El documento de trabajo señalaba: “La exigencia de una reforma de las estructuras e instituciones y de los mecanismos de funcionamiento en ordena a una mayor transparencia es particularmente fuerte en los contextos más marcados por la crisis de los abusos: sexuales, económicos, espirituales, psicológicos, institucionales, de conciencia, de poder, de jurisdicción”.
Al examinar la participación, el poder y la autoridad en la Iglesia – “temas delicados”, dijo el cardenal Hollerich – no se pide a la asamblea que aporte soluciones, sino sugerencias, que se estudiarán, discutirán y sobre las que se rezará a lo largo del próximo año antes de presentarlas a la asamblea sinodal prevista para 2024.
“Son temas que hay que abordar con precisión de lenguaje y de categorías”, dijo el cardenal. “Son cuestiones delicadas porque afectan a la vida concreta de la Iglesia y también el dinamismo de crecimiento de la tradición: un discernimiento equivocado podría cortarla o congelarla. En ambos casos la mataría”.
El padre Dario Vitali, profesor de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y coordinador de los teólogos que asisten al sínodo, dijo a los miembros que le llamaba la atención la frecuencia con que los participantes en la sala se hacían eco de la descripción del Concilio Vaticano II de la Iglesia como “sacramento”, “signo e instrumento” de unidad con Dios y con la humanidad, pero cuán pocas veces alguien utilizaba la descripción del Vaticano II de la Iglesia como “Pueblo de Dios”.
Al hablar de “participación, responsabilidad y autoridad”, dijo, los miembros del sínodo harían bien en reconocer la insistencia del Vaticano II en que “antes que las funciones está la dignidad de los bautizados; antes que las diferencias, que establecen jerarquías, está la igualdad de los hijos de Dios”.
Los dones, carismas y oficios en la Iglesia – incluido el ministerio sacerdotal ordenado, el oficio de obispo y el de Papa – están destinados a servir a la misión de todo el cuerpo, dijo.
La Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II se refería al “‘sacerdocio común de los fieles y al sacerdocio ministerial o jerárquico’ como formas distintas de participación en el sacerdocio de Cristo”, dijo el padre Vitali. “Este pasaje fue innovador por la elección de volcar los dos temas en juego; anteponer el sacerdocio común al sacerdocio ministerial significa romper una relación asimétrica de autoridad-obediencia que estructuraba la Iglesia piramidal”.
El padre dominico Timothy Radcliffe, antiguo superior de su orden que actúa como guía espiritual del sínodo, dijo a los miembros que mucha gente le ha dicho: “Este sínodo no cambiará nada”.
Agunos lo decían con esperanza, mientras que otros lo decían con miedo, dijo. Pero para él, “eso es una falta de fe en el nombre del Señor”, que ha prometido estar con la Iglesia y renovarla, “aunque quizá de maneras que no son inmediatamente obvias”. Esto no es optimismo, sino nuestra fe apostólica”.
El padre Radcliffe también pidió a la asamblea que reflexionara: “¿Cómo podemos ser un signo de paz si estamos divididos entre nosotros?”
Mientras los miembros del Sínodo buscan formas de fortalecer la sinodalidad de la Iglesia, les instó a fijarse en lo que Dios ya está haciendo.
“Hoy nuestro Dios ya está dando vida a una Iglesia que ya no es principalmente occidental: una Iglesia que es católica oriental, asiática, africana y latinoamericana”, dijo. “Es una Iglesia en la que las mujeres ya están asumiendo responsabilidades y renovando nuestra teología y espiritualidad. Ya hay jóvenes en todo el mundo, como vimos en Lisboa, que nos están llevando en nuevas direcciones, hacia el continente digital”.
Así que, aunque “¿qué debemos hacer?” es una pregunta legítima, dijo, “una pregunta aún más fundamental es: ¿qué está haciendo Dios?”
En cuanto al miedo, dijo, “lo nuevo es siempre una renovación inesperada de lo viejo. Por eso, cualquier oposición entre tradición y progreso es totalmente ajena al catolicismo”.
Nuestro estilo de vida y nuestro planeta sobrecargado
En el Exilio
Por Ron Rolheiser
En un libro, El libro de la esperanza, del que fue coautor con Jane Goodall, Douglas Abrams hace esta afirmación: Crear la raza humana puede ser el mayor error jamás cometido por la evolución.
Dice esto irónicamente porque reconoce que el surgimiento de la raza humana fue claramente previsto por el proceso evolutivo y que, en lugar de ser un error colosal, es la cúspide del proceso. Sin embargo, hoy la raza humana es una enorme amenaza para el planeta Tierra. En pocas palabras, ahora hay más de siete mil millones de personas en el planeta y ya en muchos lugares hemos agotado los recursos limitados de la naturaleza más rápido de lo que la naturaleza puede reemplazarlos. En el año 2050 probablemente seremos 10 mil millones de personas. Si seguimos como siempre, el planeta simplemente no podrá sustentarnos, al menos si continuamos con nuestro estilo de vida actual.
Y el estilo de vida al que nos referimos aquí no es, en primer lugar, el estilo de vida lujoso de los ricos, que pueden ser imprudentes y consumir más recursos de los que les corresponde. Por supuesto, contribuyen al problema e influyen indebidamente en nuestros propios hábitos de consumo; pero el estilo de vida al que nos referimos aquí es el que usted y yo, consumidores conscientes, vivimos, incluso mientras conservamos, reciclamos, hacemos abono, conducimos automóviles eléctricos y tratamos de vivir con sencillez.
Puedo tomarme a mí mismo como ejemplo. Estoy tratando de ser sensible a lo que mi propio consumo le está haciendo a la madre tierra. En comparación con aquellos que tienen un estilo de vida lujoso, puedo afirmar que vivo con bastante sencillez. No compro lo que no necesito, tengo un armario muy pequeño y soy cauteloso con la cantidad de electricidad y agua que consumo. Conduzco un coche compacto de segunda mano y trato de conducirlo sólo cuando es necesario. Ayudo a asegurar que el termostato de nuestra casa esté configurado para garantizar el uso mínimo de energía eléctrica, y vivo en una casa relativamente pequeña, reciclo y trato de usar la menor cantidad de plástico posible.
Pero, por otro lado, tengo dos ordenadores, uno de sobremesa en mi oficina y un portátil en casa. Tengo un teléfono celular que, a lo largo de los años, ha tenido que actualizarse cuatro veces diferentes en términos de comprar un modelo nuevo y desechar el anterior. Me ducho a diario y, dependiendo del trabajo físico y el ejercicio, a veces me ducho por segunda vez. Manejo un carro. Tomo un avión al menos una vez al mes para asistir a conferencias y reuniones y vuelo internacionalmente varias veces al año para visitar a mi familia. No tengo mucha ropa, pero mi ministerio y trabajo requieren un cierto estándar de vestimenta (que cumplo mínimamente).
Creo que puedo reclamar un estilo de vida sencillo, dado el lugar donde vivo y el trabajo que hago. Sin embargo, siendo realistas, si los siete (más) mil millones de personas en el mundo vivieran como yo, no habría suficientes recursos para sustentarnos. En pocas palabras, el mundo no puede sustentar a ocho mil millones de personas si todos viven como yo, y como lo hacemos la mayoría de nosotros en las partes más ricas de nuestro mundo. ¿Cuál es la respuesta?
Podemos hacernos sentir culpables a nosotros mismos y a los demás, aunque esto no es necesariamente útil. ¿Qué puede ser útil? No hay una respuesta fácil. Aquellos de nosotros que vivimos en las zonas más prósperas de nuestro mundo podemos hacer cambios, pero ¿podemos simplemente dejar de usar computadoras y teléfonos móviles? Podemos conservar agua, pero ¿podemos abandonar nuestros estándares actuales de higiene? Podemos conservar electricidad, pero ¿podemos simplemente dejar de conducir nuestros automóviles y oscurecer todos los edificios de nuestra ciudad por la noche? Podemos ser más escrupulosos sobre cuánto viajamos en avión, pero ¿podemos vivir sin viajar en avión? Podemos reducir lo que compramos en términos de exceso de comida, exceso de ropa y exceso de lujos y entretenimiento. Podemos reciclar, hacer abono y no utilizar bolsas de plástico, y todo esto, en conjunto, marcará la diferencia. De hecho, es necesario hacer todo esto. Sin embargo, por muy útil que sea esto, por sí solo no resolverá el problema.
Para Jane Goodall, más allá de estas cosas individuales, necesitamos hacer algunas cosas colectivas para resolver la amenaza existencial a este planeta. Goodall menciona tres: Primero, debemos aliviar la pobreza. Si hay personas que viven en una pobreza paralizante, es comprensible que talen el último árbol para cultivar alimentos o pescar el último pez porque están desesperadas por alimentar a sus familias. En segundo lugar, debemos eliminar la corrupción gubernamental y la avaricia corporativa. Sin un buen gobierno y una preocupación por el bien común en las empresas, es imposible resolver nuestros enormes problemas sociales y ambientales. Además, aquellos que por su propio beneficio se nieguen a afrontar el problema seguirán sin ser cuestionados. Por último, también debemos afrontar de manera realista la tensión entre nuestro estilo de vida y la población en constante crecimiento de este planeta.
Los consumidores irreflexivos son parte del problema, pero también lo somos el resto de nosotros, incluido yo, que nos imaginamos viviendo con sencillez.
(El padre oblato Ron Rolheiser es teólogo, maestro y autor galardonado. Se le puede contactar a través de su sitio web www.ronrolheiser.com. Facebook/ronrolheiser)
En servicio de oración sinodal, el Papa pide una reforma migratoria enfocada en los más vulnerables
Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – Tomar en serio la lección de la parábola del buen samaritano es la clave para ayudar a los millones de migrantes y refugiados obligados a viajar lejos de sus países de origen y a menudo explotados en el camino, dijo el Papa Francisco.
“El camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos, y mares”, dijo el Papa el 19 de octubre mientras guiaba un servicio de oración por los migrantes y refugiados con los miembros del sínodo sobre la sinodalidad.
Tomar en serio la lección de la parábola del buen samaritano es la clave para ayudar a los millones de migrantes y refugiados obligados a viajar lejos de sus países de origen y a menudo explotados en el camino, dijo el Papa Francisco.
“El camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos, y mares”, dijo el Papa el 19 de octubre mientras guiaba un servicio de oración por los migrantes y refugiados con los miembros del sínodo sobre la sinodalidad.
“¿Cuántos hermanos y hermanas se encuentran hoy en la misma condición del caminante de la parábola?” preguntó el Papa. “¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino?”
El servicio de oración de la tarde tuvo lugar alrededor de “Angels Unawares”, una escultura del canadiense Timothy Schmalz, que se encuentra en la Plaza de San Pedro desde 2019. El barco de bronce está lleno de 140 figuras que representan a inmigrantes de varios períodos históricos y de varias naciones.
El servicio de oración “simboliza efectivamente caminar junto con algunas de las personas más vulnerables de nuestro planeta, es decir, aquellos que huyen, aquellos que se ven obligados a desplazarse, aquellos a quienes llamamos migrantes y refugiados”, dijo el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Personal del dicasterio, un refugiado de Camerún y un refugiado de Ucrania leyeron las oraciones durante el servicio.
En su reflexión, el Papa Francisco llamó a reformar las políticas migratorias para incrementar los canales regulares y legales de migración, reconociendo las políticas económicas y demográficas nacionales, pero siempre poniendo “en el centro a los más vulnerables”.
Y, dijo, esas políticas deberían reconocer los beneficios que los inmigrantes aportan a sus nuevos países de origen, incluido “el crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas y pacíficas”.
“Todos debemos comprometernos a hacer más seguro el camino, para que los viajeros de hoy no sean víctimas de los bandidos”, dijo el Papa. “Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales, que especulan con los sueños de los migrantes”.
Los inmigrantes y refugiados a menudo “parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancías. Son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos”, afirmó. “Son humillados, torturados, y violentados. Y muchos, muchos mueren sin llegar nunca a su destino”.
“Las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios”, dijo el Papa Francisco.
Aunque el Papa no mencionó situaciones específicas, hizo referencias fácilmente comparadas con la situación de las personas que tuvieron que abandonar Ucrania debido a la invasión rusa o que están abandonando el norte de Gaza después del ataque de Hamás a Israel y las represalias de Israel.
A menudo, dijo, las personas que dejan sus países “a menudo son personas que escapan de la guerra y del terrorismo, como vemos lamentablemente en estos días”.
El cardenal Czerny dijo a Catholic News Service que, si bien los inmigrantes y refugiados tal vez no estén en los titulares de la cobertura mediática del sínodo, “de hecho, el sínodo abarca todas esas realidades de nuestra vida diaria, que debemos acompañar, o utilizar la palabra sínodo: caminar con”.
Por eso, dijo, después de un largo día de trabajo en la sala del sínodo, los miembros caminaron hacia la Plaza de San Pedro y hacia la estatua, un monumento a “las personas vulnerables en movimiento, personas en fuga, de todas las edades, de todos los lugares y de todos los tiempos. Así que esos somos nosotros, todos nosotros”.
Los miembros del Sínodo, dijo, orarán por personas que conocen, por situaciones en sus propios países y por “las personas vulnerables en situaciones urgentes que conocemos, como la frontera entre Estados Unidos y México o el Mediterráneo, o muchos otros lugares donde, desafortunadamente, la gente se ve obligada a huir del peligro hacia una enorme inseguridad”.
Personalmente, dijo, el ora por “cualquiera que sea la situación o muchas situaciones que escucho en el transcurso de mi trabajo, y cada una de ellas te rompería el corazón y vienen de todas partes del mundo”.
La migración fue un tema importante en la sesión informativa del sínodo más temprano ese día con el cardenal Czerny; el obispo Daniel E. Flores de Brownsville, Texas; el arzobispo Dabula Anthony Mpako de Pretoria, Sudáfrica; y el padre misionero maronita Khalil Alwan, el secretario general con sede en el Líbano del Consejo de los Patriarcas Católicos de Oriente Medio.
El obispo Flores, cuya diócesis está en la frontera con México, dijo que su gente no es adinerada, pero sí generosa.
Y, dijo, al recibir, acoger y ayudar a las familias que cruzan la frontera, generalmente con el permiso del gobierno de Estados Unidos, los católicos trabajan con otras iglesias cristianas, así como con las comunidades musulmana y judía. También hay comunicación y coordinación constante con el obispo de Matamoros, México, al otro lado del río, quien también acoge y atiende a inmigrantes procedentes de América del Sur y Central.
El Papa Francisco dijo a los presentes en el servicio de oración que si bien es fácil mirar hacia otro lado (o caminar al otro lado del camino como lo hicieron los personajes de la parábola), el Evangelio llama a los cristianos “a ser prójimos de todos los caminantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas y aliviar su dolor”.
“Lamentablemente, para muchos es demasiado tarde y no nos queda más remedio que llorar sobre sus tumbas, si las tienen”, dijo. “Pero, el Señor conoce el rostro de cada uno de ellos y no los olvida”.
“¿Cuántos hermanos y hermanas se encuentran hoy en la misma condición del caminante de la parábola?” preguntó el Papa. “¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino?”
El servicio de oración de la tarde tuvo lugar alrededor de “Angels Unawares”, una escultura del canadiense Timothy Schmalz, que se encuentra en la Plaza de San Pedro desde 2019. El barco de bronce está lleno de 140 figuras que representan a inmigrantes de varios períodos históricos y de varias naciones. El servicio de oración “simboliza efectivamente caminar junto con algunas de las personas más vulnerables de nuestro planeta, es decir, aquellos que huyen, aquellos que se ven obligados a desplazarse, aquellos a quienes llamamos migrantes y refugiados”, dijo el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
En su reflexión, el Papa Francisco llamó a reformar las políticas migratorias para incrementar los canales regulares y legales de migración, pero siempre poniendo “en el centro a los más vulnerables”.
Y, dijo, esas políticas deberían reconocer los beneficios que los inmigrantes aportan a sus nuevos países de origen, incluido “el crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas y pacíficas”. Los inmigrantes y refugiados a menudo “parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancías. Son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos”, afirmó. “Son humillados, torturados, y violentados. Y muchos, muchos mueren sin llegar nunca a su destino”.
Realizar Gran Comisión del Señor
Por Obispo Joseph R. Kopacz, D.D.
¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! (Salmo 8:2)
Durante el tercer fin de semana de octubre, la Propagación de la Fe, el brazo misionero mundial de la Iglesia Católica está a la vanguardia del Domingo Mundial de las Misiones. El tema de este año, elegido por el Papa Francisco, fue “Corazones en llamas, pies en movimiento.” El Santo Padre volvió a arrojar luz sobre la historia de Emaús cuando el Señor resucitado caminó junto a dos discípulos desamparados, aplastados por la crucifixión. En ese encuentro sus corazones comenzaron a arder mientras caminaban, reconocieron al extraño en la mesa al partir el pan y se apresuraron con alas de águila hacia los demás discípulos para anunciar la Buena Nueva de la aparición del Señor resucitado.
El Domingo Mundial de las Misiones magnifica la Gran Comisión del Señor, la obra de la iglesia cada día y en cada generación para proclamar el Evangelio a todas las naciones con el corazón inflamado en la mesa eucarística y un sentimiento gozoso de ir en paz a amar y servir al Señor.
No hay nación en el planeta que esté fuera del alcance del anuncio de la Buena Nueva y de la paulatina inculturación del Evangelio. Aunque los canales de comunicación modernos se utilizan ampliamente y pueden atravesar las áreas más remotas, la iglesia es más fiel al mandato del Señor con botas en el terreno.
La luz del Evangelio a menudo es rechazada por la oscuridad de este mundo, pero la gracia de Dios prevalece y muchas mujeres y hombres, en casa y en el extranjero, abrazan la Cruz para ser testigos fieles del Señor. El sacrificio suele ser heroico en países donde la persecución religiosa es virulenta. La revisión anual de la discriminación y la opresión que a veces termina en martirio, expone una realidad espantosa para quienes sufren coacción diaria. Sin embargo, la voz del Evangelio no puede ser silenciada.
La mayoría de las veces, quienes trabajan en la viña del Señor, donde la falta de trabajo nunca es un problema, lo hacen por debajo del radar. Todas las obras de misericordia corporales y espirituales de la Iglesia, su compromiso con la justicia y la paz, con la educación y con la atención de la salud están todos vinculados a la obra central de la evangelización. Somos quienes somos y hacemos lo que hacemos porque pertenecemos a Jesucristo. “Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo”. (Mateo 10:8)
El Evangelio suscita lo mejor de los demás y cultiva la gracia de un alma generosa. “Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.”(Mateo 10:42)
El Papa Francisco, como el Papa Benedicto y el Papa San Juan Pablo II, en nuestro mundo posmoderno, han sido discípulos misioneros gozosos, encarnando el Evangelio desde el centro de la iglesia y yendo a los márgenes de nuestro mundo para proclamar la Buena Nueva de Jesús. Cristo con palabras de esperanza, justicia y paz. Consideremos las memorables peregrinaciones del Papa Francisco en los últimos años.
Durante un viaje ecuménico a Sudán del Sur y la República del Congo, oró por la reconciliación y un nuevo día de esperanza para estas naciones devastadas por la guerra. Durante la pandemia, trajo la luz de la esperanza del Evangelio donde la iglesia ha sido diezmada por la guerra y las luchas intestinas. En Canadá pidió perdón por los abusos infligidos a los pueblos indígenas por la iglesia y el gobierno canadiense. En Mongolia celebró Misa con toda la población católica, que es menor que el número de personas en nuestras parroquias más grandes.
En este momento de terror, tragedia y guerra en Tierra Santa, el Papa Francisco ha rogado que “el único lado que deberíamos tomar es el lado de la paz.”
Ya sea en nuestras propias familias, en nuestras parroquias diocesanas que exploran el significado más profundo de la iglesia Una, Santa Católica y Apostólica, o en el Sínodo mundial sobre la Sinodalidad, el principio y el fin de nuestros esfuerzos es la fiel empresa del Gran Señor Comisión.
La iglesia de casi 2.000 años ha levantado dos santos increíbles que son los copatronos de las Misiones. San Francisco Javier, S.J. cuyo corazón ardía y cuyos pies lo llevaron hasta la India y el Japón. Santa Teresa de Lisieux, que aunque sus pies no la llevaron demasiado más allá de su convento tuvo un corazón que Dios encendió, transportándola hasta los confines de la tierra a través de la oración y el amor.
San Francisco Javier, ¡ruega por nosotros! Santa Teresa, ¡ruega por nosotros!
En servicio de oración sinodal, el Papa pide una reforma migratoria enfocada en los más vulnerables
Por Cindy Wooden
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Tomar en serio la lección de la parábola del buen samaritano es la clave para ayudar a los millones de migrantes y refugiados obligados a viajar lejos de sus países de origen y a menudo explotados en el camino, dijo el Papa Francisco.
“El camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos, y mares”, dijo el Papa el 19 de octubre mientras guiaba un servicio de oración por los migrantes y refugiados con los miembros del sínodo sobre la sinodalidad.
“¿Cuántos hermanos y hermanas se encuentran hoy en la misma condición del caminante de la parábola?” preguntó el Papa. “¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino?”
El servicio de oración de la tarde tuvo lugar alrededor de “Angels Unawares”, una escultura del canadiense Timothy Schmalz, que se encuentra en la Plaza de San Pedro desde 2019. El barco de bronce está lleno de 140 figuras que representan a inmigrantes de varios períodos históricos y de varias naciones.
El servicio de oración “simboliza efectivamente caminar junto con algunas de las personas más vulnerables de nuestro planeta, es decir, aquellos que huyen, aquellos que se ven obligados a desplazarse, aquellos a quienes llamamos migrantes y refugiados”, dijo el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Personal del dicasterio, un refugiado de Camerún y un refugiado de Ucrania leyeron las oraciones durante el servicio.
En su reflexión, el Papa Francisco llamó a reformar las políticas migratorias para incrementar los canales regulares y legales de migración, reconociendo las políticas económicas y demográficas nacionales, pero siempre poniendo “en el centro a los más vulnerables”.
Y, dijo, esas políticas deberían reconocer los beneficios que los inmigrantes aportan a sus nuevos países de origen, incluido “el crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas y pacíficas”.
“Todos debemos comprometernos a hacer más seguro el camino, para que los viajeros de hoy no sean víctimas de los bandidos”, dijo el Papa. “Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales, que especulan con los sueños de los migrantes”.
Los inmigrantes y refugiados a menudo “parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancías. Son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos”, afirmó. “Son humillados, torturados, y violentados. Y muchos, muchos mueren sin llegar nunca a su destino”.
“Las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios”, dijo el Papa Francisco.
Aunque el Papa no mencionó situaciones específicas, hizo referencias fácilmente comparadas con la situación de las personas que tuvieron que abandonar Ucrania debido a la invasión rusa o que están abandonando el norte de Gaza después del ataque de Hamás a Israel y las represalias de Israel.
A menudo, dijo, las personas que dejan sus países “a menudo son personas que escapan de la guerra y del terrorismo, como vemos lamentablemente en estos días”.
El cardenal Czerny dijo a Catholic News Service que, si bien los inmigrantes y refugiados tal vez no estén en los titulares de la cobertura mediática del sínodo, “de hecho, el sínodo abarca todas esas realidades de nuestra vida diaria, que debemos acompañar, o utilizar la palabra sínodo: caminar con”.
Por eso, dijo, después de un largo día de trabajo en la sala del sínodo, los miembros caminaron hacia la Plaza de San Pedro y hacia la estatua, un monumento a “las personas vulnerables en movimiento, personas en fuga, de todas las edades, de todos los lugares y de todos los tiempos. Así que esos somos nosotros, todos nosotros”.
Los miembros del Sínodo, dijo, orarán por personas que conocen, por situaciones en sus propios países y por “las personas vulnerables en situaciones urgentes que conocemos, como la frontera entre Estados Unidos y México o el Mediterráneo, o muchos otros lugares donde, desafortunadamente, la gente se ve obligada a huir del peligro hacia una enorme inseguridad”.
Personalmente, dijo, el ora por “cualquiera que sea la situación o muchas situaciones que escucho en el transcurso de mi trabajo, y cada una de ellas te rompería el corazón y vienen de todas partes del mundo”.
La migración fue un tema importante en la sesión informativa del sínodo más temprano ese día con el cardenal Czerny; el obispo Daniel E. Flores de Brownsville, Texas; el arzobispo Dabula Anthony Mpako de Pretoria, Sudáfrica; y el padre misionero maronita Khalil Alwan, el secretario general con sede en el Líbano del Consejo de los Patriarcas Católicos de Oriente Medio.
El obispo Flores, cuya diócesis está en la frontera con México, dijo que su gente no es adinerada, pero sí generosa.
Y, dijo, al recibir, acoger y ayudar a las familias que cruzan la frontera, generalmente con el permiso del gobierno de Estados Unidos, los católicos trabajan con otras iglesias cristianas, así como con las comunidades musulmana y judía. También hay comunicación y coordinación constante con el obispo de Matamoros, México, al otro lado del río, quien también acoge y atiende a inmigrantes procedentes de América del Sur y Central.
El Papa Francisco dijo a los presentes en el servicio de oración que si bien es fácil mirar hacia otro lado (o caminar al otro lado del camino como lo hicieron los personajes de la parábola), el Evangelio llama a los cristianos “a ser prójimos de todos los caminantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas y aliviar su dolor”.
“Lamentablemente, para muchos es demasiado tarde y no nos queda más remedio que llorar sobre sus tumbas, si las tienen”, dijo. “Pero, el Señor conoce el rostro de cada uno de ellos y no los olvida”.
Nicaragua expulsa a una docena de sacerdotes y los envía al Vaticano, según el régimen de Ortega
Por David Agren
BUENOS AIRES (OSV News) — Nicaragua ha expulsado a una docena de sacerdotes que habían estado detenidos como presos políticos, mientras el régimen cada vez más tiránico continúa enviando al clero al exilio y cometiendo actos de represión contra la Iglesia Católica.
Los 12 sacerdotes embarcaron en un vuelo con destino a Roma el 18 de octubre, después de que Nicaragua y el Vaticano llegaran a un acuerdo para su liberación, según un comunicado del gobierno nicaragüense. Los sacerdotes “serán recibidos por la Secretaría de Estado del Vaticano”, según el comunicado, que calificó el proceso como “un esfuerzo para preservar la paz y el apoyo de la comunidad católica”.
El encarcelado obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, que cumple una condena de 26 años por conspiración y difusión de información falsa — tras un juicio plagado de irregularidades a principios de este año — no figura entre los religiosos expulsados del país centroamericano.
El obispo Álvarez se ha negado reiteradamente a abandonar Nicaragua. Se desconoce su estado de salud.
“Puedo confirmar que se ha pedido a la Santa Sede que reciba a 12 sacerdotes de Nicaragua recientemente liberados. La Santa Sede ha aceptado; serán recibidos por un funcionario de la Secretaría de Estado”, declaró el 19 de octubre Matteo Bruni, portavoz del Vaticano.
El acuerdo, anunciado la noche del 18 de octubre, fue “logrado con la intercesión de Altas Autoridades de la Iglesia Católica en Nicaragua y en el Vaticano”, según el comunicado nicaragüense.
También se produjo tras una ola de represión contra el clero católico, especialmente en la Diócesis de Estelí, donde el obispo Álvarez es administrador apostólico.
Varios sacerdotes fueron detenidos por la policía y los paramilitares durante los primeros nueve días de octubre, y la mayoría fueron sacados de sus parroquias o residencias parroquiales por la policía y los paramilitares.
El comunicado del gobierno identificaba a los sacerdotes recientemente detenidos y exiliados como los padres Julio Ricardo Norori Jiménez, Cristóbal Reynaldo Gadea Velásquez, Álvaro José Toledo Amador, José Iván Centeno Tercero, Pastor Eugenio Rodriguez Benavidez, Yessner Cipriano Pineda Meneses y Ramón Angulo Reyes.
Los sacerdotes se encontraban bajo arresto domiciliario en un seminario de Managua, según medios de comunicación independientes nicaragüenses, pero fueron trasladados a la tristemente célebre prisión de El Chipote el 15 de octubre. Defensores de los derechos humanos han condenado el deplorable trato que reciben los presos políticos en El Chipote y han documentado casos de tortura y desnutrición entre los reclusos.
Entre los sacerdotes exiliados figura el padre Manuel Salvador García Rodríguez, condenado a dos años de prisión en 2022 por supuestamente amenazar a cinco personas con un arma, según la organización de noticias independiente Confidencial.
También fueron exiliados el padre José Leonardo Urbina Rodríguez, detenido por supuestos abusos a menores en 2022; el padre Jaime Iván Montesinos Sauceda, detenido en mayo acusado de atentar contra la soberanía nacional; y el padre Fernando Israel Zamora Silva, detenido en junio tras asistir a una misa celebrada por el cardenal Leopoldo Brenes de Managua.
El padre Osman José Amador Guillén, ex director de Cáritas en la diócesis de Estelí, que fue sacado por la policía antidisturbios de la catedral de Estelí en septiembre, según el diario nicaragüense La Prensa, y el padre Eugenio Rodríguez Benavides, que fue llevado para ser interrogado sobre el funcionamiento de Cáritas en la diócesis de Estelí, también se encuentran entre los sacerdotes obligados a abandonar el país. (La sede de Cáritas se cerró por orden del gobierno en marzo de 2023).
Nicaragua había suspendido previamente las relaciones con el Vaticano en marzo de 2022 y había expulsado al entonces nuncio apostólico, el arzobispo Waldemar Stanislaw Sommertag. Posteriormente, el Vaticano cerró su embajada en marzo.
El Papa Francisco ha descrito el régimen del presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, como una “dictadura grosera” y lo ha comparado con el régimen nazi, pero también ha pedido que continúe el diálogo.
El régimen se ha vuelto cada vez más totalitario al suprimir los espacios para la sociedad civil organizada y silenciar todas las voces disidentes en los ámbitos religioso, empresarial, mediático y político, además de cerrar universidades y proyectos benéficos gestionados por la Iglesia y revocar el registro de unas 3.500 organizaciones no gubernamentales.
También ha optado por desterrar del país a sacerdotes y disidentes políticos, enviándolos al exilio y despojándolos de su ciudadanía.
El más reciente exilio de clérigos “demuestra que ninguno de los delitos que se imputaron a los sacerdotes son reales, todos fueron inventados”, dijo Martha Molina, una abogada nicaragüense exiliada que sigue la represión eclesiástica, en un hilo en X, el sitio antes conocido como Twitter.
“La dictadura está demostrando que ellos lo que quieren es ahogar y desaparecer a la iglesia católica junto con sus integrantes”, agregó. “Este desplazamiento no significa el cese de hostilidades. Las agresiones continuarán y posiblemente los encarcelamientos también”.
(David Agren, quien escribe para OSV Noticias desde la Ciudad de México, se encuentra actualmente en Buenos Aire)
Nueva iniciativa cultiva liderazgo ministerial dentro de la población católica hispana en Estados Unidos
Por Maria del Pilar Guzman
BOSTON (OSV News) – A lo largo de los últimos años, los católicos hispanos han sido reconocidos como la población con mayor crecimiento en la Iglesia Católica de Estados Unidos, representando cerca del 71% del crecimiento de la población católica en el país desde 1960. Según el Pew Research Center, se estima que hay 63.7 millones de hispanos viviendo en Estados Unidos, de los cuales aproximadamente 31 millones se identifican como católicos.
Sin embargo, a pesar de que los hispanos representan más del 42% de los católicos en Estados Unidos, el número de hispanos nacidos en Estados Unidos que se dedican a servir a la Iglesia — ya sea como ministros laicos, religiosos y religiosas, seminaristas, sacerdotes y diáconos — ha permanecido relativamente bajo. Con el objetivo de aumentar el número de jóvenes católicos hispanos que sirvan a la Iglesia, oficinas diocesanas, teólogos, y educadores están explorando formas de invertir en esta población, con la esperanza de revitalizar los ministerios y la participación fiel en toda la Iglesia Católica de Estados Unidos.
Uno de estos programas es “Haciendo Caminos”, una iniciativa de cinco años que ayuda a apoyar la educación ministerial de posgrado de jóvenes católicos hispanos nacidos o criados en Estados Unidos, asignando recursos para inculcar un profundo sentido de vocación eclesial.
“La idea será modelar lo que otras universidades, diócesis, y organizaciones podrían estar haciendo”, dijo el co-fundador de la iniciativa Hosffman Ospino, teólogo y educador en Boston College y director del Departamento de Educación Religiosa y Ministerio Pastoral. “Necesitamos crear una cultura de vocación dentro de la comunidad latina, y esta es una forma de hacerlo”.
Una visión de Ospino y Timothy Matovina, profesor de teología en la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana, “Haciendo Caminos” es una asociación entre 18 instituciones católicas, hecha posible gracias a una subvención de $7.9 millones otorgada por la Fundación Lilly Endowment Inc., una fundación filantrópica privada.
Ospino dijo a OSV News que “Haciendo Caminos” ha desarrollado un sistema para conceder becas a estudiantes aceptados en programas de posgrado en teología o ministerio pastoral en sus instituciones asociadas. Además de Boston College y la Universidad de Notre Dame, estas instituciones son: la Universidad Católica de América en Washington; la Universidad de Fordham en la Ciudad de Nueva York; el Instituto de Teología Aquinas en San Luis; la Unión Teológica Católica en Chicago; la Universidad Loyola Chicago; la Universidad Barry en Miami; la Escuela Franciscana de Teología localizada en la Universidad de San Diego; la Escuela de Teología Jesuita de la Universidad de Santa Clara en California y sus programas de posgrado de ministerios pastorales; la Universidad Loyola Marymount y la Universidad Mount St. Mary en Los Ángeles; el Seminario St. John en Camarillo, California; la Universidad Loyola en Nueva Orleans; y la Universidad de Incarnate Word, el Colegio Católico Mexicano Americano, y la Escuela Oblata de Teología en San Antonio.
Como uno de los objetivos del programa es reducir las barreras y aumentar el apoyo financiero para los estudiantes de posgrado hispanos, se otorgan becas de hasta $30,000 que permite a los beneficiarios utilizar los fondos para pagar la matrícula y otras necesidades esenciales, como la vivienda, el cuidado de niños, y gastos relacionados con la salud.
“De esta manera, preparamos el camino para que estos estudiantes se concentren en sus estudios y, eventualmente, se unan a la vida de la Iglesia, sirviendo ministerialmente y, idealmente, sin deudas”, expresó Ospino.
Aproximadamente la mitad de los fondos se destinará a becas, mientras que el resto se utilizará para fomentar una cultura de vocación ministerial a través de una serie de programas e iniciativas. Por ejemplo, Haciendo Caminos invitó a cada institución asociada a crear una pequeña red de organizaciones, escuelas, y parroquias para apoyar a los estudiantes en sus programas.
Además del apoyo financiero que reciben los estudiantes mientras completan su maestría en una institución asociada, los becarios desarrollarán habilidades de liderazgo pastoral, conocerán a otros líderes católicos jóvenes latinos de todo el país, y se conectarán con mentores locales y compañeros ministeriales.
En adición, la iniciativa está planeando cumbres nacionales vocacionales para dar la bienvenida a personas que están terminando sus estudios universitarios de pregrado o que están considerando una formación de posgrado en ministerio para hablar sobre lo que significa ser un ministro en la Iglesia Católica. Por último, Ospino añadió que traer teólogos y líderes pastorales latinos como visitantes a las clases sería invaluable en la formación de los estudiantes, ya que pueden obtener un criterio sobre el ministerio y la teología desde una perspectiva latina.
Un joven latino que encarna el tipo de líder que Haciendo Caminos busca cultivar es Juan Miguel Álvarez, el director del programa.
Durante su infancia, hasta los 5 años, Álvarez recuerda que sus padres lo llevaban a él y a sus cinco hermanos en una gran camioneta y emprendían el viaje hacia el norte desde su Jalisco natal, México, hacia Estados Unidos. Una vez allí, la familia pasaba los veranos recogiendo pepinos y cerezas en campos de California y Washington. “Yo fui el único que no trabajó porque soy el más joven de seis, así que era el bebé de la familia”, manifestó Álvarez a OSV News.
Después, la familia de Álvarez se estableció en Colorado Springs, Colorado, lo que provoco grandes cambios en su vida, pero una cosa permaneció constante: su vivencia y práctica de la fe católica.
“La asistencia a Misa todos los domingos era innegociable”, expresó. “Era una forma de vida. Era lo que hacían mis hermanos, lo que hacía mi familia, y me sentía como en casa en la iglesia”.
Cuando Álvarez era adolescente, comenzó a leer sobre teología, motivado por el deseo de descubrir “por qué hacíamos lo que hacíamos y para explicarme a mí mismo y a amigos que me preguntaban acerca de la fe”, señaló.
Rápidamente, este interés se convirtió en una pasión por el estudio de la teología, y, deseando involucrarse en el ministerio, cursó estudios universitarios en la Universidad de Notre Dame. Se graduó en 2014 y luego se estableció en Chicago, donde trabajó en ministerio juvenil en parroquias y escuelas durante seis años.
Pero, según relató Álvarez, a diferencia de su experiencia creciendo en Colorado Springs, “donde había hispanos, pero no tantos”, las comunidades donde sirvió en Chicago eran “en su mayoría mexicanoamericanas, en su mayoría hispanas”, y fue allí donde fue testigo de la experiencia bilingüe y bicultural.
“Me di cuenta de que había muchos latinos aquí en Estados Unidos que crecían en este mundo”, manifestó. “Es casi como si hubieran traído un pedazo de México con ellos cuando vinieron a Estados Unidos y, culturalmente, viven muchas tradiciones mexicanas mientras hablan inglés y practican las tradiciones estadounidenses”.
Chicago actuó como un catalizador, ya que Álvarez se dio cuenta de que, con una formación adecuada, los latinos podrían servir ministerialmente en parroquias, hospitales, escuelas, y otros lugares, lo que lo llevó de regreso a la Universidad de Notre Dame. Allí, se inscribió en el programa de Maestría en Divinidad, terminando el posgrado en 2023.
Un día después de su graduación, fue nombrado director de Haciendo Caminos.
Álvarez señaló que el programa, que resonó en él no solo desde el punto de vista ministerial sino también personal, “ofrece líderes capacitados para el mañana, no solo para la Iglesia Católica Hispana de Estados Unidos, sino para la Iglesia Católica de Estados Unidos en general”. “Tenemos tantos jóvenes talentosos (hispanos) creciendo en este país/ … Aportan mucho a la mesa y, sin embargo, no siempre tienen acceso para convertirse en los líderes que pueden ser”, dijo Álvarez. “En Haciendo Caminos, tomamos personas talentosas, con una misión en la fe católica, y les proporcionamos las herramientas para salir y liderar”.
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Llamado del Sínodo a comunión puede ayudar a un mundo fracturado, dice un teólogo
Por Cindy Wood
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) – La Iglesia católica está llamada a ser un instrumento de comunión con Dios y de unidad entre todos los pueblos, pero requiere gracia y “aprender a ‘soportar’ la realidad, con ternura, generosidad, amor y valentía por la paz”. y la salvación del mundo entero”, afirmó un teólogo en la asamblea del Sínodo de los Obispos.
“La comunión es la belleza de la diversidad en la unidad. En un mundo moderno que tiende tanto a la homogeneización como a la fractura, la comunión es un lenguaje de belleza, una armonía de unidad y pluralidad”, dijo Anna Rowlands, profesora de pensamiento y práctica social católica en la Universidad de Durham en Inglaterra.
Cuando los participantes del sínodo comenzaron a trabajar en la segunda sección o módulo del documento de trabajo de la asamblea el 9 de octubre, sus discusiones sobre la promoción de la comunión con Dios y con los demás fueron precedidas por reflexiones ofrecidas por Rowlands y por el padre dominico Timothy Radcliffe, teólogo y ex maestro de la orden dominicana.
Aunque todavía estaban sentados en mesas redondas según el idioma, muchos de los 364 miembros del sínodo estaban en mesas diferentes a las de la semana anterior. Las nuevas agrupaciones se organizaron según los temas en los que los miembros indicaron que querían trabajar; los temas incluyen la promoción de la unidad a través de obras de caridad y justicia; ecumenismo; ser más acogedor con las personas que se sienten excluidas de la iglesia, como los miembros de la comunidad LGBTQ; y valorar la diversidad cultural, lingüística y racial de la iglesia.
Se esperaba que el Papa Francisco asistiera a la sesión de la mañana, pero surgieron “compromisos imprevistos”, dijo Matteo Bruni, director de la oficina de prensa del Vaticano. Si bien no dijo cuáles eran esos compromisos, Bruni dijo que el Papa Francisco no fue uno de los cuatro miembros del sínodo que estuvieron ausentes ese día porque fueron diagnosticados con COVID.
El cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del sínodo, presentó el módulo diciéndoles a los participantes que una pregunta clave del proceso preparatorio del sínodo -que incluyó sesiones de escucha a nivel parroquial, diocesano, nacional y continental- fue: “¿Cómo podemos ¿Seremos más plenamente signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad de toda la humanidad?”
Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, es “la base de todas las comuniones”, dijo, y “este Dios, que es amor, ama de manera especial a toda la creación, a cada criatura y a cada ser humano”.
“Todos están invitados a ser parte de la iglesia”, dijo el cardenal. “En profunda comunión con su Padre a través del Espíritu Santo, Jesús extendió esta comunión a todos los pecadores. ¿Estamos dispuestos a hacer lo mismo? ¿Estamos dispuestos a hacer esto con grupos que podrían irritarnos porque su forma de ser podría parecer amenazadora? nuestra identidad?”
El Padre Radcliffe recordó a los participantes que el tema de la “formación”, que es más amplio que la capacitación o la educación, surgió repetidamente en las discusiones de la primera semana del sínodo sobre cómo promover una iglesia sinodal, una donde las personas caminan juntas, se escuchan unas a otras y todos toman responsabilidad por la misión.
“Una Iglesia sinodal será aquella en la que estemos formados para un amor sin posesión: un amor que no huya del otro ni se apodere de él; un amor que no sea abusivo ni frío”, dijo.
Pero con demasiada frecuencia, dijo el padre Radcliffe, “lo que nos aísla a todos es estar atrapados en pequeños deseos, pequeñas satisfacciones, como vencer a nuestros oponentes o tener estatus, grandes títulos”.
“Muchas personas se sienten excluidas o marginadas en nuestra Iglesia porque les hemos puesto etiquetas abstractas: divorciados vueltos a casar, homosexuales, polígamos, refugiados, africanos, jesuitas”, dijo entre risas el dominico. “Un amigo me dijo el otro día: ‘Odio las etiquetas. Odio que encasillen a la gente. No puedo tolerar a estos conservadores'”.
Rowlands dijo a los miembros y participantes del sínodo que es en la Eucaristía donde se encuentran las diferentes dimensiones de la comunión porque “este es el lugar donde la comunión de los fieles se manifiesta (y) donde recibimos los dones de Dios para el pueblo de Dios”. El orden sacramental nos enseña, alimentándonos, la comunión”.